Les traigo una reseña de uno de los libros más hermosos que leí este año.
El libro nos cuenta la historia de dos adolescentes: Aristóteles Mendoza, un chico introvertido y antipático, y Dante Quintana, extrovertido y con un optimismo único para ver el mundo. La trama está ambientada en 1987 en El Paso, Texas.
Aristoteles y Dante se conocen durante un verano y van formando una hermosa amistad, ambos en la busqueda de su propia identidad.
Me llamó mucho la atención las personalidades tan opuestas y, a la vez, tan complementarias, tanto que al final terminamos descubriendo que tenian muchas cosas en común. Dante expresa lo que siente y piensa, es sensible, demostrativo, seguro de sí mismo, tiene una mente muy abierta (demasiado para la época), ama el arte y la poesía. Me enamoré de su forma de ser.
Aristóteles es introvertido, poco amigable, ve el mundo triste, se guarda lo que siente para sí mismo, es inseguro y durante toda su vida se sintió muy solo. Empaticé muchísimo con él y con su historia (ayudó el hecho de que el libró está narrado desde su punto de vista).
Trata temas como los secretos familiares y la verdad, las relaciones entre padres e hijos, la importancia de la amistad y la adolescencia con todos sus matices. Nos muestra, en más de una oportunidad, las crudas realidades de ser LGBT+ en la década de 1980 y expone el hecho de que las personas de la comunidad siempre existieron, solo que eran invisibilizadas y tuvieron que aprender a jugar con otras reglas.
Se lee muy rápido y tiene capítulos cortos, lo que hace que no se vuelva pesado en ningún momento.
Es un libro bellísimo que me hizo llorar de tristeza y también emocionarme hasta las lágrimas. Tiene frases hermosas que los van a dejar reflexionando. Espero puedan disfrutarlo tanto como yo, que no puedo esperar a leer el segundo.
Jazmín Hernández Bucciarelli
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